08/11/2007

Un urbanita en el pinar

Solo hay sitio para dos en la cabina del tractor, así que al urbanita le toca ir directamente sentado en el remolque. “Agarrate que cogeremos baches” le avisan. Si eso viene de alguien que ayuda a las ovejas parturientas con un tirón al cordero que viene atravesado, que alguna vez ha tenido que ser sacrificado por no salir entero, y esto te lo cuenta mientras estamos comiendo, mas te vale ir preparado. Las maniobras de los militares en las Bárdenas son juegos infantiles en comparación con los baches que van a venir.

Así que se agarra como puede. Primer error, no hay donde agarrarse, todo está oxidado o es punzante.

De repente nota que no está solo en el remolque, de entre la corteza de los árboles que lleva el remolque sale un ratón, no se sabe quien está mas asustado si el pobre roedor o el urbanita que no tiene donde agarrarse ni puede saltar porque el tiovivo sigue en marcha. En fin, que quien tiene más cojones para suicidarse es el pobre ratón que salta en marcha.

Ya están en medio del pinar, en medio de la nada, rodeado de árboles y árboles y más árboles, una manifestación de árboles, el delirio de una noche de verano de un pirómano gallego. El tiovivo sigue. Hacen gestos desde la cabina del tractor y dan voces, pero no se oye nada, el remolque mete un ruido infernal. Y es allí, en ese lugar donde ni siquiera ha llegado la iglesia católica, rodeado de árboles, en ese mismo instante, en el que un urbanita se jacta y saca su móvil de tercera generación. ¿Para que? Para ver si tiene cobertura por supuesto, ¿o tu no eres urbanita? PLAS. LA OSTIA PADRE. Con el puto móvil en el morro. El bache más grande de todo el pinar era lo que avisaban desde el tractor. La ostia es buena, muy buena, vamos que como ostia no tiene nada que envidiar a ninguna otra. Su efecto inmediato: labio roto e hinchado que el urbanita trata de disimular. Es de estupidos no agarrarse cuando alguien te lo avisa, a no ser que tengas que mirar si tienes cobertura en medio de un puto bosque. En ese caso es de gilipollas.

“Ya hemos llegado” dicen desde el tractor. El urbanita baja como puede, y no puede hacerlo de mejor manera: la primera pisada es en medio de una cagada de un corzo. Si lo haces con cuidado no pasa nada, pero si lo haces de un salto, el salpicón esta asegurado. Así es, aquello salpica que da gusto y los pantalones del pull & bear del urbanita cogen en seguida un color que ya no se irá nunca. De los zapatos de piel vuelta, mejor ni hablamos

Vamos a cortar unos árboles secos para hacer luego trozos más pequeños que se meten en la estufa. ¿Pero no tienes calefacción central? En el centro de la tierra no te jode

Posdata de los urbanitas: pero...tío…. ¿al final, tenias cobertura o no?

Posdata de la gente del pueblo: están gilipollas estos de ciudad.

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